España ha conseguido, en los últimos años, consolidar una cierta imagen de marca gastronómica, comenzar a posicionarse sus vinos y aceites, exportar y explotar el concepto de la tapa y el tapeo y, sobre todo, asentar una imagen de referente en la alta cocina.
Pero ha tenido menos suerte rompiendo con los tópicos de paella, sangria, jamón y gazpacho. Aunque a veces es fácil entender por qué. La ultima imagen que se llevan millones de visitantes, tomada ayer en el aeropuerto de Barcelona: sangria, toros... De calidad, de si eso se corresponde con el mercado real o con cómo se come en España mejor ni hablamos.

