Conozco a Sebastián Damunt hace años. En persona al menos desde comienzos de 2007, cuando se acercó a una charla que daba en Cartagena para saludarme. Pero la verdad es que en todo este tiempo solo nos vimos en aquella ocasión, apenas un minuto y un par de frases. Desde entonces hemos intercambiado correos y, sobre todo, nos hemos ido leyendo el uno al otro. Así que tengo una idea aproximada de qué cosas le interesan del mundo gastronómico y creía saber que entendería lo que quería cuando se lo pidiese.
En el viaje por Levante tenía una jornada libre en el medio. Un lunes de mediados de noviembre no es el mejor momento para acercarse a un restaurante costero de una zona turística, pero es lo que podíamos hacer. Por otra parte, como no soy amigo de masificaciones, no me parecía un mal momento para acercarme a conocer la costa murciana. Pensamos en otras opciones: visitar la zona de Calasparra, por ejemplo. O subir hacia Valencia. Pero entonces recordé a Sebastián y al restaurante La Tana. Comprobé: abrían el lunes. Así que le escribí. Básicamente quería conocer la cocina de la zona, en especial un arroz marinero. No quería cocina murciana contemporánea sin haber probado antes la cocina murciana tradicional. Y me contestó que fuésemos, que teníamos reservada mesa.
Llegamos en pleno temporal, con unas olas que me habría costado imaginar en el Mediterráneo rompiendo contra el Cabo de Palos, con las Islas Hormigas apenas asomando entre la espuma. Bajamos corriendo al restaurante, donde Sebastián nos estaba esperando y donde nos habían preparado una mesa junto a la cristalera, con vistas al puerto.
Yo había pedido un arroz. Si acaso algún entrante ligero. Pero Sebastián decidió invitarnos a todo un menú de cocina murciana. Empezamos con huevas de mújol, mojama de atún y almendras fritas, seguidas de un bonito salado y tomate y de unas anchoas de salmuera aliñadas. Me interesa mucho todo ese mundo se salazones, semisalazones y pescados curados de la costa valenciana y murciana, toda una gama de la que se desconoce la mayoría fuera de la región y que en esta comida estuvo estupendamente representado.
A continuación, un calamar de potera en su tinta, plato que solo preparan en el restaurante cuando consiguen piezas de buena calidad y tamaño y que poco tiene que ver con los calamares en su tinta del norte. Se trata de un calamar entero, sin limpiar, que se cocina en aceite con ajos y que se trocea luego, para salir a la mesa, con lo que el aceite se tiñe con la tinta del animal. Sabores marinos suaves, con el punto dulce del calamar, bocados algo más amargos, más potentes. Estupendo.
Sebastián quiso que acompañásemos la comida con vinos de la región, lo que nos pareció una gran idea. Hasta aquí tomamos un Castaño Macabeo Chardonnay 2011 ligero y muy agradable.
A continuación llegó el arroz del caldero con alioli acompañado, en otra bandeja, de su pescado, en este caso unas doradas. Sabroso, de sabores potentes, concentrados, con el toque seco y ligeramente amargo de la ñora muy presente aunque sin resultar excesivo. Me gustó mucho. Con este plato nos propuso un Alceño Premium Syrah 2011.
El postre fue un agradable Pan de Calatrava casero, arrope, helado de vainilla y nata. Después, un porrón de moscatel acompañado de rollos, pasas, dátiles, avellanas y orejones. Acabamos la comida con un Asiático, una especialidad del sur murciano auténticamente adictiva.
El menú dio exactamente en el clavo: productos y elaboraciones locales, bien preparados, sin pretensiones. Cosas sencillas, sabrosas... justo lo que esperaba en esta ocasión. Nos fuimos de allí felices. El día anterior habíamos comido en el restaurante de Paco Morales y la verdad es que teníamos un cierto miedo a que la comparación no resultase beneficiosa para La Tana. Pero la cosa no fue así en absoluto. Fueron comidas de enfoques muy diferentes, ambas sabrosas, ambas sorprendentes a su manera. Una vez probadas las dos, no cambiaría nada.
De cómo Sebastián consiguió despertar mi envidia con sus libros de gastronomía y de cómo, al final, un día que teníamos más o menos muerto en el medio de un viaje, con un temporal impresionante, se convirtió en una de las grandes jornadas de la escapada, con visita a Murcia capital incluida, hablaremos otro día.
Así que gracias desde aquí a Sebastián, a su familia y al equipo de La Tana, por hacernos pasar un lunes de temporada baja tan agradable. Espero volver pronto.
En el viaje por Levante tenía una jornada libre en el medio. Un lunes de mediados de noviembre no es el mejor momento para acercarse a un restaurante costero de una zona turística, pero es lo que podíamos hacer. Por otra parte, como no soy amigo de masificaciones, no me parecía un mal momento para acercarme a conocer la costa murciana. Pensamos en otras opciones: visitar la zona de Calasparra, por ejemplo. O subir hacia Valencia. Pero entonces recordé a Sebastián y al restaurante La Tana. Comprobé: abrían el lunes. Así que le escribí. Básicamente quería conocer la cocina de la zona, en especial un arroz marinero. No quería cocina murciana contemporánea sin haber probado antes la cocina murciana tradicional. Y me contestó que fuésemos, que teníamos reservada mesa.
Llegamos en pleno temporal, con unas olas que me habría costado imaginar en el Mediterráneo rompiendo contra el Cabo de Palos, con las Islas Hormigas apenas asomando entre la espuma. Bajamos corriendo al restaurante, donde Sebastián nos estaba esperando y donde nos habían preparado una mesa junto a la cristalera, con vistas al puerto.
Yo había pedido un arroz. Si acaso algún entrante ligero. Pero Sebastián decidió invitarnos a todo un menú de cocina murciana. Empezamos con huevas de mújol, mojama de atún y almendras fritas, seguidas de un bonito salado y tomate y de unas anchoas de salmuera aliñadas. Me interesa mucho todo ese mundo se salazones, semisalazones y pescados curados de la costa valenciana y murciana, toda una gama de la que se desconoce la mayoría fuera de la región y que en esta comida estuvo estupendamente representado.
A continuación, un calamar de potera en su tinta, plato que solo preparan en el restaurante cuando consiguen piezas de buena calidad y tamaño y que poco tiene que ver con los calamares en su tinta del norte. Se trata de un calamar entero, sin limpiar, que se cocina en aceite con ajos y que se trocea luego, para salir a la mesa, con lo que el aceite se tiñe con la tinta del animal. Sabores marinos suaves, con el punto dulce del calamar, bocados algo más amargos, más potentes. Estupendo.
Sebastián quiso que acompañásemos la comida con vinos de la región, lo que nos pareció una gran idea. Hasta aquí tomamos un Castaño Macabeo Chardonnay 2011 ligero y muy agradable.
A continuación llegó el arroz del caldero con alioli acompañado, en otra bandeja, de su pescado, en este caso unas doradas. Sabroso, de sabores potentes, concentrados, con el toque seco y ligeramente amargo de la ñora muy presente aunque sin resultar excesivo. Me gustó mucho. Con este plato nos propuso un Alceño Premium Syrah 2011.
El postre fue un agradable Pan de Calatrava casero, arrope, helado de vainilla y nata. Después, un porrón de moscatel acompañado de rollos, pasas, dátiles, avellanas y orejones. Acabamos la comida con un Asiático, una especialidad del sur murciano auténticamente adictiva.
El menú dio exactamente en el clavo: productos y elaboraciones locales, bien preparados, sin pretensiones. Cosas sencillas, sabrosas... justo lo que esperaba en esta ocasión. Nos fuimos de allí felices. El día anterior habíamos comido en el restaurante de Paco Morales y la verdad es que teníamos un cierto miedo a que la comparación no resultase beneficiosa para La Tana. Pero la cosa no fue así en absoluto. Fueron comidas de enfoques muy diferentes, ambas sabrosas, ambas sorprendentes a su manera. Una vez probadas las dos, no cambiaría nada.
De cómo Sebastián consiguió despertar mi envidia con sus libros de gastronomía y de cómo, al final, un día que teníamos más o menos muerto en el medio de un viaje, con un temporal impresionante, se convirtió en una de las grandes jornadas de la escapada, con visita a Murcia capital incluida, hablaremos otro día.
Así que gracias desde aquí a Sebastián, a su familia y al equipo de La Tana, por hacernos pasar un lunes de temporada baja tan agradable. Espero volver pronto.